A veces el deporte no necesita grandes títulos para tener grandes historias. Y Fabrizio Benedetti es la prueba de eso.
Campeón, referente del automovilismo cuyano y personaje entrañable, pasó por el streaming de Ojo Deportivo y dejó una entrevista que tuvo de todo: anécdotas épicas, confesiones, risas, emoción y una dosis justa de picante.
Volver por amor (y con historia incluida)
Aunque asegura que está retirado, Benedetti volvió al Autódromo El Zonda para una fecha especial. “Voy a correr el Zonda y, como mucho, una carrerita más… debut y despedida”, dijo entre risas. Pero claro, él mismo se contradice: la pasión tira y el Zonda, dice, es parte inmensa de su vida. “Ahí murió un amigo, están las cenizas de Juárez, los recuerdos de mi viejo, de mi infancia… está todo”. Y cuando algo te corre por la sangre, es imposible no volver.
Pero su regreso también tuvo un motor emocional más fuerte: su hija. “Nunca me había visto correr. Me insistió tanto que volví. Salí tercero el primer año, campeón el segundo y me retiré como subcampeón. Los tres años más lindos de mi carrera”, contó visiblemente emocionado. “La Ornella se cree la hija de Traverso…”, bromeó, “pero la verdad es que se crio entre motores y fierros, y eso nos unió para siempre”.
De campeonatos a cachetadas de la vida
Benedetti también se animó a contar la parte más cruda de su camino. Después de ser campeón del TC Pista, firmar contrato con un equipo top y estar en la cresta de la ola, todo se desmoronó con la crisis de 2001. “Pasé de correr al mejor nivel a estar arriba del techo de mi casa tomando cerveza, sin laburo, con la luz conectada clandestinamente. Caí en un pozo, y me costó mucho salir”, relató.
La vuelta fue en Porquis, con un auto prestado. “Alguien me dijo: ‘Vos no podés correr acá, sos campeón del TC’, pero a mí lo que me gusta es correr, me da igual dónde. Volví a disfrutar de lo simple”, confesó.
La magia del Zonda, los amigos y el folclore fierrero
La entrevista tuvo momentos de altísima carga emotiva, pero también muchas carcajadas. Desde historias con su grupo de amigos, peleas que terminan en asados, hasta anécdotas con pilotos actuales como Tobías Martínez (“lo tiene recagando la dentista, pero es un pilotazo”) y opiniones picantes sobre otros corredores (“Giannini es un pelotudo, pero bueno, sirve para fortalecer el carácter de los pibes”).
Tampoco faltaron las menciones a sus inicios, con un viejo Jeep Tropic, o el recuerdo eterno de su padre, al que definió como “un grandote divino, calentón, bien tano, pero con el que nos amábamos”.
Y hasta hubo tiempo para la "Pregunta sin pudor" con confesiones en clave nocturna, donde Benedetti mostró su lado más auténtico: “Conocí cosas que si las cuento me sacan el carnet de piloto y el documento también. Corría de día y de noche… de noche sin casco, jaja”.
Un loco con sueños cumplidos y cuentas saldadas
En medio de la charla, soltó una de esas frases que quedan: “¿Sabés cuál fue mi mayor logro? Que me digan el Loco Benedetti”. Desde chico soñaba con parecerse al Loco Di Palma, y hoy se ríe feliz porque, al menos en el Zonda, su apodo pesa igual.
Pero no es solo apodo. Es legado. “Yo corrí con un número heredado de una familia que respeto mucho: los Juárez. A Juan Carlos lo llevé en mi auto, y el 16 va conmigo donde sea”, dijo con orgullo.
Y también fue contundente sobre su lugar en el automovilismo local: “No fui piloto de San Juan, fui piloto nacional, y donde corrí me gané el respeto. Nunca necesité favores, ni políticos ni económicos. Solo las manos”.
¿Y ahora? ¿Una más?
Aunque habla de despedida, todos sabemos cómo es el Loco. “Yo estoy retirado… pero el Zonda es el Zonda. Es como volver con tu ex que sabés que te hizo mal pero te sigue gustando”, dijo entre risas.
Y quién te dice que no haya otra vuelta más. Porque cuando un tipo corre con el corazón, no hay cronómetro que lo pare.
